Quedaba una silla vacía, lo cierto era
que pocas veces había estado ocupada. Henry no pasó en su casa ni una décima
parte del tiempo que duró su matrimonio con Mery Elisabeth.
Ella supo que iba a ser así desde el momento que Henry
le dijo que se sentía obligado a servir a
su país y que se había alistado sin consultárselo, ni pedirle opinión
alguna. Aunque eso ya daba igual. Para ella la paz solo llegaba cuando él salía
a combatir a algún lejano país o colaboraba con el FBI, la DEA u otra agencia
de seguridad nacional. Cuando volvía tras meses sin tener ninguna noticia suya
la paz familiar duraba pocos días. Para nuestros hijos era un extraño y él no lo
aceptaba.
Tanta guerra y violencia lo habían
transformado no quedaba nada de aquel joven que ella conoció. Se había
convertido en el mismo tirano que los que él iba a combatir.
Ella siempre estaba sola, hubo un tiempo
que pensaba que llegaría el momento que lo pasarían a la reserva o que se
cansaría de deambular por todo el mundo y lo dejaría.
Mery, para justificarse a sí misma sus
infidelidades, se decía que ella necesitaba un hombre a su lado que
la acariciase, la amase, que compartiera con ella su vida y al mismo tiempo sus hijos
necesitaban un padre. En los dos últimos permisos Henry se había comportado más
irascible que en otras ocasiones, incluso más violento, llevado por los celos
pagaba sus enfados con los niños. Mery
no estaba dispuesta a que aquel
energúmeno tocara ni un solo pelo a sus
hijos.
El ejército se lo había arrebatado
después de tantas ausencias, ahora que cargase el tío Sam con el monstruo que
había creado. Mery estaba dispuesta a pedirle el divorcio y la custodia de los
hijos. Ella seguiría sola con sus hijos, como siempre y él podría ir a jugar a
la guerra cuanto quisiera. Además Mery
contaba con el apoyo de su familia que en más de una ocasión le aconsejaron que
diera ese paso con determinación. En diversas ocasiones su hermano le había
ofrecido un puesto de pasante en su
bufete de abogados, en poco tiempo tendría la vida resuelta, ella y sus hijos.
Aquella tarde Mery estaba en el sótano,
metida en el cuarto de la colada entre las dos máquinas, el agua se había
salido y ella la estaba recogiendo, él bajó descalzo por la estrecha escalera
de madera y se acercó por la espalda a donde ella se encontraba. Comenzó a
acariciar su hombro con toscos movimientos. Intentó besar su cuello, pero ella
lo rechazó en varias ocasiones. Él cada instante que pasaba se ponía mas
violento, ella intentando huir de aquellos brazos, se agarró a un cable de luz
tirando de él, este dejó al aire en una de sus puntas los hilos de cobre. Al
mismo tiempo que Henry la levantaba en volandas para sentarla sobre la encimera
de planchar, en ese mismo instante ella soltó el cable, este cayó en el pequeño
charco que se había formado en el suelo, de inmediato el hombre comenzó a
convulsionarse e intentó alargar los brazos para tocar a Mery. Sus ojos
imploraban clemencia, la mujer se metió en el rincón de la encimera arropada
por dos paredes viendo como el cuerpo de su marido se calcinaba, no podía
pronuncia ni una sola palabra, parecía como si de repente se hubiera quedado
muda, encogida sujetándose las piernas pegadas a su pecho por los brazos, esperó
que los diferenciales de la luz se hubieran desconectado.
Cuando se bajó de la tabla de madera
estaba desconcertada, asustada viendo el cuerpo de su marido inerte en el suelo,
subió por la escalera hasta la cocina, al mismo tiempo que se iba tranquilizando,
después de activar los limitadores de la luz llamó a la policía mientras se
tomaba un té. Cuando los agentes le tomaron declaración dijo que ella estaba en
el dormitorio dormida tenía un fuerte dolor de cabeza y al despertar comenzó a
llamar a s u esposo sin obtener respuesta. Después de buscar por toda la casa
lo encontró en el cuarto de la colada quemado como un tizón. La declaración
estuvo llena de sollozos y pesares, aunque en el fondo de su ser Mery sabia que
ahora le tocaba descansar.
Meses después disfrutaba con sus hijos
en un parque natural del dinero del seguro de vida de Henry.