viernes, 20 de enero de 2017

La Maleta


Cuando abrió la maleta que estaba encima de la cama sonó, el teléfono, Rosario salió del cuarto de Vicente. En el pasillo estaba colgado de la pared un viejo terminal modelo DOMO. Ella no era partidaria de los teléfonos móviles, siempre había pensado que esos cacharros solo servían para estar más controlados. Apoyada en el tabique de enfrente descolgó el auricular, una voz aparentemente joven comenzó a hablar. —Mama, no deshagas la maleta por favor. Cuando llegue a casa lo hare yo. Desde que a Nacho se lo llevo el cáncer y con la profesión de su hijo, que en realidad Rosario no sabía a qué se dedicaba, la casa estaba vacía y su vida también. Había probado todo tipo de actividades, incluso tuvo dos amantes esperando que fueran el amor de su vida, a lo único que le condujeron esas relaciones fue a algunas noches de sexo e insatisfacción. A sus cincuenta y dos años se sentía vieja, la soledad estaba carcomiéndola Por ese motivo, cuando Vicente volvía a casa, aunque solo fuera por unos pocos días, era feliz. Entró en el cuarto de estar, encendió el televisor, mientras veía algún concurso antes de las noticias, llegaría la hora de cenar y con ella, su hijo. Se quedó traspuesta en el sillón hasta que la sintonía del telediario la despertó. En titulares relataban el asalto a un banco en Barcelona esa misma mañana. Un guarda jurado y una mujer embarazada habían sido asesinados a sangre fría por uno de los atracadores, las cámaras de seguridad habían captado todo lo acontecido, reproduciéndolo en la televisión en la posterior persecución un policía había resultado herido de gravedad. Todas las cadenas televisivas difundían la foto de uno de los atracadores. Rosario ante tanta violencia apago el aparato, después se fue a la cocina. Al pasar por la habitación de su hijo volvió a ver la maleta, decidió desobedecerlo, sacó la ropa sucia para lavarla, en el fondo del la maleta encontró una pistola y varios pasaportes con diferentes identidades. Las fotografías eran de todas de Vicente, disfrazado con distintos peinados y color de pelo, en una de ella también llevaba barba, al verla palideció. Era la misma persona que acababa de ver en el telediario los mismos nervios casi la hicieron vomitar, se sentó en la cama, debía pensar. Después de unos minutos, algo más serena, volvió al pasillo, descolgó el teléfono y llamo a la policía sintiendo como el corazón se le desgarraba. A las tres de la mañana sonó el timbre, la mujer recorrió el largo pasillo, no encendió ni una sola lámpara, sabia a donde iba, por el interfono descolgado podía oír algunos gritos y varios disparos. Habiendo reflexionado sobre lo visto esa tarde en aquella maleta, ni se inmuto, mientras tanto, oía como Vicente era detenido por varios agentes. Rosario jamás volvió a verlo. 

                                Erik Mole

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