sábado, 21 de enero de 2017

El viejo del paraguas


Desde hace veinticinco años, todos los días que el hombre del tiempo vaticina lluvias, Manuel se da un paseo hasta la Plaza de los Sitios, se sienta en un banco, con mucha parsimonia, abre una vieja bolsa de plástico y saca un pequeño paraguas para dejarlo a su lado como si de un fiel amigo se tratase. Su mirada se pierde en la fachada del colegio que hay frente a él, es una mirada cansada de esperar. Saca su pipa del bolsillo de ese abrigo que como él ya tiene demasiados inviernos. Después de darle dos o tres caladas, una triste sonrisa dibuja sus labios. Coge el paraguas con su temblorosa mano. Lo mira. — ¿Recuerdas amigo? Esa tarde llovía, ella salió de aquel porche envuelta en su abrigo. Tú y yo nos acercamos, y como dos caballeros le ofrecimos cobijo para que no se mojara. Ella con sonrisa ruborizada, aceptó. Llovía, si, pero en mi corazón salió el sol. Desde ese momento los tres compartimos tardes lluviosas llenas de alegrías, penas, besos y abrazos. Después de cuarenta años ella se fue para siempre, tal y como vino, en una tarde de lluvia acompañada por sus dos caballeros.

                 Erik Mole

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